CRONICAS
Esta, más que una historia sin contar es una anécdota personal muy curiosa. Ocurrió poco de haber cumplido veintisiete años de vida. Llegue a esta maravillosa edad a la que llame “The 27 Club Age” completamente deprimida y con ganas pensando seriamente en unirme al Club 27, esto debido a que en aquella época me encontraba atravesando por el duelo de la ruptura inminente entre mi ex y yo ocurrida unos meses atrás.
Resulta que por culpa del destino, decisiones personales, o que sé yo; la vida misma, en conminación con una serie de eventos desafortunados hicieron que mi ex se alejara de mí, para siempre.
La verdad no me iba bien sin él, lo extrañaba mucho, sentía que lo necesitaba. Lo busque por todas partes, intente hacer contacto, pero nada sirvió, él jamás respondió mis llamadas, tampoco se molestó en ver mis mensajes, simplemente, se fue para nunca más volver, sin embargo, continúe con a la idea de regresar, aferrada a la esperanza de volverle a ver.
En uno de mis intentos más desesperado para llamar su atención, se me ocurrió hacer lo que más le molestaba y empece a salir con otros chicos.
Me descargue una aplicación para citas, hice “Match” con un tanto y hable con unos más, pero, jamás me atreví a concretar una cita. Sin embargo si hablaba con un par de personas: un compañero del novio de una amiga, Julio Cesar y otro chico que me pareció muy interesante por la descripción en su biografía, Jean Carlo. Corría un 20 de mayo, aquel día, salí del trabajo temprano para ir al centro de la ciudad a comprar unas cosas que necesitaba. Camine por las calles de la ciudad de los ángeles.
Me tome el tiempo de comprar lo necesario, tome un café en uno de los portales y me quede allí un rato disfrutando de la tarde, hasta que recibí un mensaje; era Julio Cesar. La platica entre Julio Cesar y yo sé alargo hasta que llegue a casa, una vez allí, este amigo me comento que se encontraba en la fiesta de una sobrina y me pidió que lo acompañara un rato. Honestamente no tenía muchas ganas de salir, me inventé un par de pretextos, pero, después de tanta insistencia de su parte decidí acompañarlo por un rato.
Este no tardo ni quince minutos en llegar una vez le dije que sí. Llego poco después de las nueve de la noche y a penas y me dio tiempo de lavarme la cara, no me dio tiempo ni de cambiarme la ropa. Ese día estaba vestida muy casual, con una blusa corté polo con manga 3/4 blanca con rayas azules, unos pantalones de mezclilla color gris y unos botines color negro. Aun recuerdo muy bien la manera en la que me miro al encontrarnos afuera de mi casa. Él estaba completamente sorprendido, estoy segura de que se llevó una decepción al verme, pues como mencione anteriormente, en esos momentos yo no estaba en mi mejor versión.
Estaba deprimida, había bajado de peso y pues en sí, solo estaba en busca de algo de atención. Aquel día fue el día en el que Julio Cesar y yo nos conocimos en persona. Pues aunque tengamos amigos en común, compartimos redes y hasta hablábamos jamás nos habíamos dado la oportunidad de salir, en primera por qué yo tenía novio cuando nos conocimos indirectamente por nuestros amigos.
Al principio fue algo incómodo convivir con Cesar, pero, eventualmente fue fluyendo de manera amena todo.
En fin, llegamos a la dichosa fiesta y, que sorpresa me lleve. Cesar jamás me dijo que aquella fiesta, era nada más y nada menos que los quince años de la sobrina. Recuerdo que todos estaban muy bien vestidos con sus mejores garras (como dicen en mi rancho) disfrutando de la fiesta.
En cuando entre al lugar, me di cuenta de que mi “outfit” no era el más apropiado, todos me miraron superraro, o sea, como de película, me siguieron con la mirada hasta llegar a la mesa de Cesar.
Una de las primas se nos acercó del brazo del padre de Cesar, y le dijo de manera altanera: ¡Que pedo Cesar! ¿De dónde sacaste a esta gata?.- señalándome, sin importarle que yo estuviera allí.
También el padre hizo un comentario, este se dirigió hacia a mí para preguntarme como me llamaba, pues, su hijo le presentaba tantas chicas que le era imposible recordar todos los nombres.
Al escucharlo Cesar solo le respondió que le bajara a su relajo, y se disculpó conmigo argumentando que ya estaban tomados y me llevo hasta una mesa.
Una vez sentados este intento seguir la plática conmigo como si nada, pero sinceramente yo ya me sentía un poco incómoda u fuera de lugar. Cesar me ofreció una “cuba” (bebida preparada regularmente hecha con refresco de cola, agua mineral y alcohol) y me dijo que no le diera importancia a su familia, pero yo, podía sentir las miradas y los murmullos a mi alrededor. Un primo de él se acercó a mi muy amable, pero en cuanto la esposa se dio cuenta, se lo llevo a otro lado.
Estuvimos al rededor de una hora, hasta que yo le pedí a Cesar que me llevara a casa, pero este se negó, insistió en que me relajara y me propuso ir a dar un paseo. Yo lo note un poco extraño en cuanto actitud, pero no comente nada, y acepte ir con él. Aproximadamente a las diez y media de la noche, Cesar me llevo hasta una de las avenidas más conocidas de la ciudad en la que residía en aquel entonces. Estaciono el carro a las afueras de un bar y me pidió que esperara.
Regreso unos diez minutos después, con los ojos vidriosos y un cambio de actitud evidente, se veía lleno de energía, súper imperativo a grado de verse eufórico, además, estaba sudando y se la pasaba masticando no sé que. Al ingresar al carro, este me dio un par de bolsitas con polvos blancos a guardar.
- ¿Te sientes bien?.- le pregunté al verlo así.
- Mejor que nunca.- me respondió él, sonriendo, con la mirada cristalizada. ¿Alguna vez has consumido drogas?.- pregunto.
- Alguna vez fumé mariguana.- respondí con sinceridad. Al escuchar este me miro con desdén. Qué asco, eso solo lo consumen los pobres.- replico Cesar con desdén.
- Pues te diré.- le replique instantáneamente mirándolo irritada. Hay gramos de “mota” que cuestan más de lo que tú me acabas de dar.- argumente ante su último comentario. Este me miro con curiosidad.
Regresamos en silencio a la fiesta, al llegar, uno de sus primos ya le esperaba en el estacionamiento. Al verlo, Cesar me dijo que me adelantara a la mesa y él me alcanzaba. Una vez adentro fui al baño para echarme un poco de agua en la cara, al salir Cesar me estaba esperando en la entrada del mismo.
- Dame las bolsitas.- dijo Cesar mirándome, impaciente. Yo, saque la dichosa bolsas de mi bolsa de mano y se las puse en sus manos. ¿Traes llaves?.- pregunto.
- Las de mi casa, sí.- le respondí sin entender muy bien dicha pregunta.
- Me las prestas, solo las necesito para sacar esta madre.- dijo él señalando las bolsas.- insistió él. Su argumento me pareció lógico, le presté mis llaves. Cesar me extendió una de aquellas bolsitas. Prueba. Después de eso hablamos de lo que quieras.- agrego guiñándome un el ojo.
- No voy a probar tus bolsitas.- le repliqué al instante.
- Confía en mí, pruébala.- dijo él y se metió al baño de hombres con uno de sus primos.
Cesar, continuo insistiendo por un rato, pero, al ver qué no cambie, después de algunos minutos de tensión, derivados de la presión para consumir drogas, este chico por fin se rindió y me ofreció otro trago. Acepte el trago, pero también con este era muy impaciente, quería que tomara a su ritmo y pues, eso no paso. En un momento de la plática, él me pregunto por mis tatuajes, le respondí y pregunté lo mismo.
Este casualmente me respondió que si, que ya me los mostraría más tarde y sutilmente, puso su mano en mi pierna y me sonrió. Yo le respondí que tenía una sonrisa bonita y gire, marcando distancia sutilmente. Lo recuerdo bien. En ese momento, mi teléfono sonó.
Era Jean Carlo. A este chico lo había empezado a tratar unos meses atrás por una aplicación de citas, pese a que este era algunos años menor que yo, tuvimos buena química desde los inicios. Oriundo mexicano crecido en la suiza de continente americano (Costa Rica), este simpático joven recientemente se había mudado a la ciudad de los Ángeles para estudiar en los campus de una de las mejores universidades privadas del país; El Tecnológico de Monterrey.
El chico me había mandado un mensaje, con una foto adjunta del bar donde se encontraba con unos amigos. Me comento de lo bien que la estaba pasando y también pregunto ¿cómo la estaba pasando?, yo le seguí la conversación, comentándole un poco sobre la situación en la que me encontraba.
Cesar intento seguir la conversación, pero al ver que empece a prestarle más atención al teléfono, se levantó irritado de su lugar y se fue a bailar con sus primas. Sentada a unos metros de la pista de baile, aún podía escuchar cómo Cesar y sus primas se mofaban de “la gata”, hablando entre ellos. Después de un rato, Cesar volvió a acercarse a mí y me pregunto si había consumido lo que me había dejado, le respondí que no y me dijo que si no la iba a consumir que mejor se la diera, yo no tuve problemas con regresarle la bolsita.
Este se fue directo al baño de hombres y, mientras él estaba entretenido con sus drogas yo seguía el hito de la conversación con Jean Carlo.
- ¿Cómo va todo querida?, sigues en la fiesta de tu amigo.- mensaje recibido.
- Así es. Y tú como vas, ¿sigues con tus amigos?.- mensaje enviado.
- No, ya estoy en casa. Una de mis amigas me paso a dejar hace unos minutos.- mensaje recibido.
- Qué bueno, descansa un poco.- mensaje enviado.
- No tengo sueno, tengo un par de botellas de vino aquí conmigo, seguiré la fiesta en casa, ¿gustas?.- mensaje recibido.
- Me encantaría, pero ya pasa de media noche, además, yo sigo aquí con Cesar. Este hombre esta muy a gusto, no creo que se quiera ir y yo ya me quiero ir a casa.- mensaje enviado.
- Ay Charie querida, si no estuviera ebrio, iría por ti, te lo prometo. Es temprano para ir a casa, y si no estas a gusto, toma un Uber y ven conmigo, estoy en la Torre Adamant, nos tomamos un vino, platicamos, te relajas y si quieres después te acampano en Uber a tu casa.- mensaje recibido.
Hablando con Jean Carlo perdí un poco la noción del tiempo, hasta que Cesar me interrumpió abordándome a mis espaldas. Me levante del susto y al verlo inmediatamente le pregunte ¿cómo se sentía?, esta vez había tardado más de lo normal en el baño, estaba pálido, con los labios resecos y partidos y con los ojos cristalizados, otra vez.
- No mames Charie, casi me da una sobre dosis en el baño, pero estoy bien.- me dijo Cesar, limpiándose las narices, moviéndose de un lado al otro, sinceramente no, no se encontraba bien. ¿Qué te parece si vamos a un lugar más tranquilo a platicar?.- pregunto agarrándome de la cintura. La verdad, a este punto ya estaba: incómoda, asustada y con ganas de salir de allí.
- Ya me tengo que ir.- le respondí alejándome de él. Al ver el rechazo, Cesar cambio de semblante, se puso serio y altanero.
- Como te vas a ir, esto todavía no ha empezado bebe. Lo siento, pero yo no te voy a llevar a ningún lado.
- No hay problema, me voy todas maneras. Lo siento, pero me están esperando.- agregué.
- ¿Quién?.- preguntó él.
- Mi hermano, Raúl.- respondí.
- No te creo.- argumento Cesar incrédulo.
- No me interesa. Como sea, me voy.- agregue y empece a caminar.
- ¿Cómo te vas a ir?.- pregunto él.
- Tomaré un Uber.- le respondí.
- No señorita, yo la traje, yo me la llevo.- agrego él y me alcanzo.
- Con toda la coca que te metiste, voy más segura sola.- argumente irritada.
- Insisto, vamos.- dijo él y me tomo de la cintura.
Cesar no me dejo irme sola, insistió en llevarme personalmente hasta dónde “mi hermano” se encontraba. En el camino aproveche para poder al tanto de la situación a Jean Carlo, le explique todo y pedí su ayuda para salir de aquel enredo lo más limpia posible.
Él no tuvo problema con brindarme su apoyo, me dio la dirección de su casa y me pidió que le avisara cuándo estuviera cerca. Jean Carlo residía en una de las zonas más exclusivas, yo pasaba un par de veces por semana en donde él vivía y yo no tenía idea. Todo el camino Cesar manejo como un lunático, sin respetar señalamientos, luces, ni siquiera a otros carros, fue muy estresante el camino desde la fiesta hasta la Torre Adamant.
Para cuando por fin llegamos, Cesar me miro con curiosidad al ver que en la entrada de la torre, aguardaba un joven vestido con un traje sastre impecable hecho a la medida, con un pañuelo a juego con su camisa, también usaba un sombrero, anillos y un bastón que lo hacían ver más interesante, era Jean Carlo, quien ya me esperaba en la entrada.
Cuando este me vio camino hacia mí para abrirme la puerta del carro, una vez afuera, me despedí de Cesar. Buenos días.- dijo Jean Carlo a Cesar. Cesar a pesas sí respondió el saludo. Raúl está en la alberca, ¿le debes algo al del taxi?.- me pregunto Jean Carlo. Al escucharlo Cesar acelero y se fue del lugar. Ambos vimos con este se fue sin decir adiós, después, partimos hacia el interior de la torre. Una vez en el lobby, ambos nos presentamos más formalmente.
Me disculpé con él por los inconvenientes y también le agradecí por haberme ayudado a liberarme de Cesar. Jean me invito a conocer su departamento, sinceramente no tenía muchas ganas de ir, pero, después de todo, ya estaba allí, ¿Qué demorar un rato más?. Caminamos por el pasillo del primer piso hasta llegar al elevador.
Cabe mencionar que al recorrer el interior de aquella torre me quede impresionada, es muy bonita, con tintes vanguardistas y sin dejar de ser sofisticada.
Subimos por el elevador hasta el piso quince. Una vez allí, caminamos por otro pasillo hasta llegar a la puesta correspondiente. Al entrar al departamento, lo primero que se veía era una cocina pequeña pero muy bien estructurada, a la derecha una pequeña sala con una jaula a un lado, con una perrita de estatura mediana, muy simpática, por cierto.
Más adelante, una puerta transparente corrediza la cual resguardaba la mejor parte del departamento: la terraza con una fantástica vista hacia La Malinche. De frente a la sala se encontraba una puerta que daba al cuarto de Jean, y, adentro de este se encontraba el baño.
En resumen, el lugar de Jean era pequeño pero acogedor. Empatice con la perrita enseguida, Jean Carlo estaba tomando una copa de vino, y me invito una también. Por alguna razón, me sentí confianza y acepté sin pensarlo mucho.
Conversamos por una media hora, Jean me explico más a detalle como fue que llego a dicho lugar. En algún punto de la conversación le comenté que me había parecido muy lindo el lugar donde vivía y este argumento que aún no había visto lo mejor pues, en el piso cinco se encontraba el acceso a una terraza con alberca templada y áreas comunes para descansar y también se ofreció a mostrármela.
Al escucharlo miré mi reloj, eran casi las dos de la mañana. Le comenté que tenía que irme ya, pero, podíamos bajar a verla y después pediría un servicio de Uber para ir a casa. Bajamos hasta el quinto piso, y vaya que tenía razón.
La torre Adamant tiene una preciosa área común bien iluminada. Después de mostrarme el lugar, nos sentamos debajo de una de las palapas. Seguimos con la conversación por unos minutos hasta que de repente, él se quedó mirando fijamente hacia el agua.
- Ya me dieron ganas de meterme a la piscina.- dijo Jean Carlo mirando hacia esta.
- Pues adelante.- le respondí.
- Solo está disponible de diez a diez, querida.- agrego el decepcionado. Si me meto el guardia viene a sacarme en seguida.- agrego.
- Eso sería interesante de ver.- respondí sonriendo. Oye, ya me tengo que ir, ¿Qué hora es?.- me pregunte a mi misma, mirando el reloj, eran casi dos y veinte de la mañana. Me tengo que ir.- agrega enseguida.
- Adelante.- respondió Jean Carlo amablemente. Se puso de pie y me abrió el paso por el camino de regreso al edificio.
Al llegar a la entrada del edificio, Carlo empezó a buscar la tarjeta de acceso a la torre en su saco. Después de buscar en toda su ropa, este recordó que, había olvidado en la mesa junto con las llaves de su carro y su celular.
Note que Jean Carlo se estresó un poco, miro atentamente el lugar, busco algún acceso fácil por alguna ventana, pero nada, estábamos a cinco pisos de altura, y solo había una manera de entrar al edificio.
- Deje la tarjeta y mi celular en el departamento, y no hay manera de entrar. Que pena querida.- dijo Jean Carlo frustrado.
- No te preocupes, “Shit happends”.- le dije en tono sarcástico, intentando hacer el momento menos tenso.
La verdad es que, en el fondo compartía dicha frustración con él, pero también entendía que los accidentes pasan. Sugerí esperar un poco, después de todo, era cuestión de tiempo para que el guardia nos encontrara al hacer alguna ronda.
Resignado, Jean Carlo pensó en algo mejor para llamar su atención, a este se le ocurrió meterse a la piscina y esperar allí, a que el guardia lo viera. Se quitó la ropa, sin pudor alguno y se metió a la alberca, sin pensarlo dos veces. Por mi parte, me pareció un buen plan, yo, me enrollé los pantalones, me senté a un lado de la piscina y metí mis pies al agua tibia.
Estuvimos unos minutos conversando desde lejos hasta que este me invito a unirme a en la piscina. En ese momento, pensé en todo lo que hasta ese momento había pasado, preste atención a mi presente y en realidad, había tenido una noche alocada. Por alguna razón el chico me inspiraba confianza, muy contrario a Julio Cesar, quien por lo contrario se había pasado toda la noche presionándome a hacer cosas que no quería y por lo contrario con este chico todo fluía de manera amena.
Jean Carlo fue demasiado educado y como dije, por alguna razón me inspiraba confianza. Después de pensarlo me pregunté, ¿Qué podía salir mal?. Finalmente, me decidí a meterme al agua. Me despojé de mis ropas lo más rápido que pude, y me aventé a la piscina.
En ese momento entendí por qué no lo pienso para zambulleres en la piscina, la temperatura era perfecta y, se sentía bien estar en el agua. Pasaron un rato nadando sin dejar de platicar, él me hablo sobre muchas de sus anécdotas que vivió en su intercambio a Francia y otras cosas personales, por mi parte yo le comente un poco sobre lo que hacia y a que me dedicaba.
Eventualmente empece a hablarle un poco de mi situación actual y sobre como había llegado hasta ese momento. Recientemente había pasado por una noche muy amarga y hasta ese momento no había hablado de aquello, sinceramente, se sintió bien desahogarse. Él fue un muy buen soporte en el momento, fue muy amable y cuidadoso con el tema, también, me hablo de algo similar que había pasado un par de años atrás, y me hablo de su experiencia, supongo que para ambos aquel momento fue bueno para hablar de cosas que nos marcaron, muy particular.
Continuamos hablando hasta que sé, al levantar la vista, aproximadamente en el piso quince vi la silueta masculina de alguien cruzado de brazos y pies, recargado a un lado de las grandes ventanas de a torre observándonos.
Al principio pensé que era el guardia quien, por fin nos había visto, sin embargo era extraño pues este ni se inmutó al vernos, al prestarle un poco más de atención, un calofrío recorrió todo mi cuerpo, aquella silueta era muy familiar, sin embargo, contra todo pronóstico, era imposible que se tratase de quien pensaba.
Le comenté de aquel sujeto a Jean Carlo, quien se encontraba de frente mío, a espaldas de la torre. Jean también pensó que era el guardia, pero, pasaron los minutos y este ni se inmutaba, solo estaba allí, recargado, mirándonos.
Esto nos hizo sentir un poco incómodos y decidimos movernos del lugar, a modo de quitarnos de su plano de visión, después de unos minutos Jean Carlo se asomó hacia la torre, el sujeto ya no se encontraba. Sin prestar mucha atención, ambos seguimos la plática y, después de esperar un largo rato, justo cuando el cielo se empezaba a hacer ligeramente más claro el guardia por fin llego.
Buenos días, jóvenes, no se puede estar en la piscina después de las diez de la noche, ¿qué están haciendo aquí?.- pregunto el guardia. Nos hizo un par de preguntas más y después nos pidió salir de la piscina y retirarnos del lugar amablemente.
Jean Carlo le explico lo ocurrido y se disculpó por ambos, yo me salí muerta de la pena, pero agradecida porque al fin había llegado. Ambos nos vestimos e inmediatamente subimos al departamento.
Una vez allí, Jean Carlo puso un pijama en el baño, prendió la ducha y me sugirió entrar a tomar un baño y usar aquel pijama en lo que él metía mi ropa a lavar. Y así lo hice.
Al salir del baño, me encontré con Jean Carlo en la habitación con su bata puesta y un par de ropas en mano, listo para tomar una ducha. Este me dijo que ya era aproximadamente las seis y media de la mañana, argumento que había que esperar una hora a que la ropa estuviera lista, me sugirió quedarme a dormir en su cuarto y él dijo que se quedaría en la sala.
Sinceramente para este punto, este chico ya había ganado toda mi confianza. Le dije que le tomaba la palabra de quedarme siempre y cuando este me hiciera favor de regresarme a mi casa antes de medio día. También le dije que no tenía problema con que se quedara en el cuarto conmigo, siempre y cuando respetara su lado de la cama.
Él se metió a bañar y yo me quede completamente dormida. Me desperté al rededor de las nueve y media de la mañana con un fuerte dolor de cabeza y sin reconocer el lugar de primera instancia. Note que Carlo no estaba en la cama, me levante y fui al baño, allí encontré mi ropa lista para ser usada, tome un baño y me puse mi ropa. Al salir del cuarto me encontré con la mesa del comedor puesta y Jean Carlo cocinando en la cocina.
- Buenos días, querida, ¿qué tal descansaste?.- pregunto él.
- Buen día, bien gracias y ¿tú?.- le pregunté yo.
- Excelente querida, ¿tienes haber?, el desayuno está casi listo, toma asiento por favor.- agrego él.
Sinceramente aquel chico me sorprendió por completo. El joven me sirvió un plato con una omelete rellena de hongos y queso, acompañado con pan, café y un batido de mango con leche de coco.
Después de desayunar, Jean Carlo se ofreció a llevarme a casa. Jean Carlo cumpliendo su promesa, paso a dejarme al rededor de las once y media de la mañana. Antes de despedirnos, nuevamente le agradecí por todo lo que había hecho por mí.
Después de todo ambos la pasamos bien, él también habla sobre el tiempo compartido y finalmente quedamos de vernos otro día.
Por suerte la reja principal del lugar donde rentaba estaba sin candado, no tuve problema para entrar, una vez adentro del condominio me dirigí a mi departamento, busque mis llaves en la bolsa y en ese momento recordé que Cesar no me las había regresado.
Le llamé para pedírselas, pero este altaneramente me dijo que no las tenía y colgó mi llamada. Como último recurso, me dirigí hasta donde mi casera reside y pregunte si de casualidad ella tenía llaves de repuesto, ella comentó que por temas de privacidad ella no se quedaba con copias de sus departamentos rentados, pero si me ayudo a encontrar un cerrajero, después de llamarle, le agradecí a mi casera y me regrese a mi departamento a esperar, me senté en una de las sillas y sin mucho que hacer me dispuse a perder el tiempo en el celular, mientras llegaba el cerrajero, pero minutos después la batería de este murió.
Para finalizar esta anécdota una nueva revelación me llego de pinchazo, mientras esperaba sentí un par de patitas caminando en mi frente, y lo golpeé para que se muriera pensando que era un mosquito. Sin embargo al hacerlo sentí un fuerte dolor que empezó con un fuerte piquete, seguido de un entumecido dolor que recorriendo mi cuerpo de la cabeza a los pies, así descubrí que lo que caminaba en mi cara era una abeja.
Sentada afuera de mi departamento, con la frente hinchada y la cara entumecida, me puse a pensar en todo lo que había pasado en las últimas horas. Ni yo misma me creía lo mucho que me había expuesto. Me di cuenta de lo ingenua e irresponsable que había sido, pues pese a que conocía a ambos chicos por textos jamás los había visto, no sabía como eran ni cuáles eran sus intenciones reales.
Aquella noche experimenté el contraste entre dos tipos de personas de la manera más bizarra. Y también, esa misma noche, fui testigo la gracia del creador y estoy agradecida con él por haberme regresado sana a casa.
¿Te ha pasado algo similar? Comparte tu experiencia en los comentarios. Si te ha gustado esta anécdota, compártela con tus amigos. El baúl de los recuerdos, 2020. Detrás del cristal.