La Eterna Espera – Historias Sin Contar Detrás del Cristal

Un monje maldito y su amor prohibido.

Sinopsis

La leyenda dice “el alma del monje fue condenada a vagar en el templo con la misión de cosechar buenas acciones con la esperanza de algún día volver a reunirse con su amada. Es por eso que ofrece su “ayuda” a algunos afortunados.-”

Renee es chica que aburrida de la vida rutinaria en casa de su abuela y tras heredar un anillo y escuchar una vieja leyenda por parte de su abuela, la joven se enmarca en la búsqueda del fantasma de una famosa leyenda en el pueblo de San Cosme. 

Logra hacer contacto con él, sin embargo, este al verla parece estar más interesado en conseguir el anillo que descansa en su mano que en conceder deseos. Después de conversar un poco, Renee descubre un poco más sobre porque el monje y la maldición que lo tiene en espera, no obstante ella está decidida a conseguir lo que quiere, como sea. ¿Logrará Renee conseguir su tan anhelado deseo? Y ¿por qué el monje está interesado en aquel anillo?.

Capítulo 1: La leyenda del monje de San Cosme.

Cierta tarde, Renee, yacía reposando en un camastro con libro en mano y bajo la sombra de un árbol en la casa de su abuela; la simpática joven de cabellos despeinados, tez canela y mirada aparentemente relajada; intentaba concentrarse en su lectura, pero a su alrededor la combinación del calor y humedad le impedían disfrutar de su lectura.

Frustrada se levantó del camastro y empezó a caminar de un lado a otro, hundida en sus propios pensamientos, desesperada por volver a su vida, en la gran ciudad de Valladolid.

Recientemente, se había visto obligada a dejar su escuela y la comodidad de la vida en la gran metrópoli, esto debido a que sus padres habían decidido hacer un repentino viaje a la casa de los abuelos maternos, en el viejo pueblo de San Cosme, ubicado a unas cinco horas de Valladolid.

Pese a que no estaba muy complacida con la idea de haber dejado las comodidades de la ciudad de manera tan repentina, tampoco extrañaba mucho su vida escolar, pues allí constantemente era objeto de rechazo por ser “demasiado tímida” según sus compañeras, y “poco atractivo” según los chicos.

No tenía amigos y el único chico que se acercó a ella alguna vez, fue para cumplir vergonzosa apuesta que termino en una escena humillante para ella. Sin embargo, y pese a todo ella se percibía a sí misma como una chica positiva, y aunque muchas de las veces los comentarios de sus compañeros fueron hirientes, eventualmente eso le dio un motivo para reinventarse.

A pesar de todo, al estar en el pueblo de sus abuelos encontró cambio positivo, pues gracias a eso hasta sus migrañas habían disminuido considerablemente. La presión de la escuela y su poca interacción con su entorno hacía que pasara mucho tiempo en sus pensamientos y eso le había empezado a provocar dolores de cabeza constantes. Renee era hija única y ante sus ojos eso hacía que sus padres fuesen sobre protectores con ella; hasta por un dolor de la cabeza la llevaban al hospital. Por esa razón ella dejó de mencionarles sobre aquellos dolores pues aunque al principio no estuvo de acuerdo con irse a San Cosme, tampoco quería regresar a la ciudad.

Irónicamente, Renee había pensado que San Cosme sería perfecto para un nuevo comienzo y se idealizó todo un plan con rutinas y actividades variadas, sin embargo, esa idea se esfumó rápidamente de su cabeza, al comprobar que aquel pequeño pueblo ni siquiera contaba con un gimnasio para ejercitarse.

Aquella tarde pensamientos de la chica, fueron interrumpidos por una voz ronca y casi imperceptible que exclamo en voz alta:

– ¿En qué piensas, Renee?.- pregunto una anciana que se encontraba a lado de la chica con una cajita de madera en las manos.

— ¡En lo aburrido es este lugar, abuela!.— exclamo Renee entre suspiros mientras se echaba aire con su abanico. – No hay centros comerciales, ni siquiera un cine, ¿Cómo se divierte la gente por aquí?.— pregunto la joven a su abuela quien descansaba en una silla cerca de ella.

— Este es un lugar tranquilo, hija, los jóvenes se divierten yéndose a bañar al río o jugueteando cerca de las ruinas del templo de San Cosme.- Renee la miro atenta. Mira hija,- agrego la anciana mientras le mostraba un anillo de oro con una hermosa piedra en el centro. Este anillo fue de mi madre se lo encontró allá precisamente, cuando era una niña.

– Es muy lindo, abuela.- respondió la chica, mirando el anillo detenidamente.

– Sí, y también muy pequeño para mis arrugados dedos, por eso me gustaría que ahora tú lo tengas, tómalo hija.— respondió la anciana, meciéndose lentamente, mientras extendía la mano con el anillo hacia su nieta.

Renee se quedó sorprendida, no esperaba dicho gesto de la abuela, la chica tomo el anillo y se lo puso en el anillo en el dedo anular, en la mano derecha, pensó en guardarlo, pero el anillo era hermoso.

— Gracias, abuela.- dijo Renee agradecida mientras admiraba su nuevo anillo. Se quedó pensando un poco más hasta que un ligero dolor en el pecho interrumpió sus pensamientos. ¿Qué tan divertidas puede ser unas ruinas?, no entiendo.— pregunto finalmente, retomando la platica.

— Las ruinas del templo son muy populares por estos rumbos, Renee.— dijo la abuela, meciéndose en su silla.

– ¿Por qué?.- pregunto la chica con incredulidad.

– Cuenta la leyenda que en los tiempos de Cervantes, un monje del templo, se enamoró de una jovencita del pueblo…—

— ¡Vaya, chiche!.— interrumpió la chica con desdén. La anciana continuó.

— Se dice que los votos del joven monje le impedían estar con ella. Pero el pobre se conformaba mirándola cada que ella visitaba el templo. Todos los domingos llegaba ella, acompañada de sus padres y sus dos hermanos, sin falta. El monje estaba tan enamorado de ella que cuando por fin tuvo la oportunidad de estar frente a ella, para su sorpresa la joven correspondió aquel amor. Ambos se atrevieron a pecar: ella dejándose llevar por el deseo y él rompiendo sus votos de celibato y jurar amor eterno y devoción a ella.- explico la anciana a su nieta.

— Espera, qué, ¿rompieron los votos?, ¿qué paso después?— pregunto la chica llena de curiosidad.

— Tristemente, una repentina enfermedad ataco a la chica y le arrebato la vida de manera trágica.— respondió la anciana, mientras Renee le miraba con curiosidad. – Su muerte fue tan repentina como inesperada.— agrego la abuela. – Al monje lo destruyó la noticia, su dolor fue tan grande que no pudo soportar la idea de no volver a verla, y en un intento desesperado por reunirse con ella, termino quitándose la vida el mismo lugar donde consumaron su amor.-

Renee escuchaba atenta con tristeza en el rostro mientras contemplaba el anillo en su mano.

– Dicen que suicidarse cometió un pecado, por eso su alma quedo condenada a vagar entre las ruinas del templo, buscando redención.—dijo la anciana con un aire de misticismo.

— ¡Siento pena por el hombre!.— agrego la chica, sintiendo un dolor leve que le invadió el corazón.

— Espérate niña que todavía no termino.- agrego la anciana. Renee dirigió su atención hacia la anciana. La leyenda dice que el amor monje hacia la joven era tan puro que el mismo arcángel Miguel fue por su él al infierno, pero al atentar contra el regalo de la vida el alma del monje fue condenada a vagar en el templo con la misión de cosechar buenas acciones con la esperanza de algún día volver a reunirse con su amada. Es por eso que cumple “ayuda” a algunos afortunados.- finalizo. 

— Pero si estaba muerto, ¿cómo?.— pregunto la chica, incrédula. La anciana sonrió.

— Con “el ritual” correcto, el fantasma del monje se aparece en el templo para conceder deseos.- dijo la anciana notando en su nieta un evidente interés. – Esa, es la razón por la que el templo es tan popular. Los más intrépidos van en busca de esos deseos tan anhelados, pero el monje es muy selectivo, no con todos se deja ver.— respondió la abuela.

— ¿Eso es cierto, abuela?.— pregunto la joven interesada en el tema.

— Son leyendas para entretener a los visitantes, como tú.— respondió la anciana. Para mí son puras fantasías.— agrego. Renee se quedó intrigada con aquel relato.

— Y, ¿Cómo se invoca al fantasma?.— pregunto la chica. La anciana sonrió.

— Hay que poner una veladora blanca en el centro de la pileta del templo cuando esta tiene agua de las lluvias de temporal. Esperar a encender la vela solo cuando llegue el ocaso y llamar al repitiendo: “Mortis in Vita, Saint Cosme” tres veces, y esperar a que este te responda sin dejar de mirar fijamente la llama.

— ¿Y eso funciona, abuela?.— pregunto Renee incrédula. La anciana se quedó unos segundo en silencio, reflexionando.

— Fíjate que cuando tenía tu edad lo intente, recuerdo que mi deseo era ir con mis amigas a un baile en el pueblo de a lado y para asegurar el permiso de mis padres me salí de casa, fui al templo y me quede allá quede desde el ocaso hasta la media noche…- agrego la buena, recordando aquellos días.

¿y qué paso después?.- pregunto Renee, curiosa.

— Lo único que logre fue un castigo de mis padres por regresar tan tarde a casa, no vi ningún fantasma y tampoco obtuve ese permiso tan deseado, sino todo contrario.— la anciana noto el interés en su nieta. – ¿Cuál sería tu deseo, hija?.- le pregunto finalmente. La chica lo pensó unos segundos y suspiro.

— Un amor tan puro como el del monje, pero como eso no existe me conformo con que no me lastimen.- respondió la joven de manera sarcástica. La anciana al escucharla solo una carcajada.

La abuela y Renee continuaron su conversación hasta que su madre las interrumpió para invitarlas a comer.

Capítulo 2: El deseo de Renee.

Guiada por una escéptica curiosidad, la chica rondo la idea de comprobar en propia carne aquella bizarra leyenda, un par de días después Renee se decidió a conocer el templo del que su abuela le había hablado.

– Si lo que “se dice” es cierto, podría pedirle a ese monje que me libere de esos payasos que tengo por compañeros, o mejor aún, de aquella ridícula escuela.- pensó. – Muy bien Renee, vamos por ese fantasma.- se dijo a su misma, completamente decidida.

Aquel día la chica espero hasta al atardecer, después de la merienda y una vez libre de todas sus tareas, se preparó con ropa cómoda: unos jeans desgastados tenis y su chalina favorita; también tomo prestada una veladora del altar de su fallecido abuelo, cerillos, su teléfono y una linterna.

Al llegar al lugar, se encontró con una imponente entrada de piedra en forma de arco con figuras preciosas talladas entre sus paredes. Lentamente, Renee se adentró entre las ruinas de lo que alguna vez fue un el templo de San Cosme. Mientras se adentraba por los pasillos del monumento la chica noto que este era aún más grande de lo que se percibía por fuera.

Camino entre los pilares de piedra gris repletos de lama; yerbas secas sobresalían del piso agrietado. A cada paso, una sensación de inquietud la invadía, escuchaba el sonido de su corazón y el silencio del lugar era abrumador.

Al centro del templo, Renee se encontró con la pileta bautismal hecha de piedra caliza con una pequeña estructura circular que sobresalía al centro de la misma y agua acumulada en su interior.

– Perfecto.- pensó Renee en voz alta al ver el agua en la pileta.

Acto seguido se dispuso a preparar todo y esperar el ocaso pacientemente, sentada en uno de los pilares del templo. Una vez llegada la hora encendió un cepillo y prendió la vela previamente colocada al centro en la pileta. Renee miro con atención la llama y pensó en la frase “Mortis in Vita, Saint Cosme”.

“Mortis in Vita, Saint Cosme”.- dijo la chica, en voz baja.

“Mortis in Vita, Saint Cosme”.- repitió, en voz alta por primera vez.

— ¡Está prohibido entrar al templo, salid de aquí!.— exclamo una misteriosa voz proveniente de los pilares de templo instantes después que ella.

Al escucharlo Renee se asustó tanto que soltó los cerillos y estos cayeron al fondo de la pileta. Asustada, Renee intento alejarse, pero al desviar la mirada de la luz de la vela se encontró con un hombre arropado de pies a cabeza con sus hábitos oscuros y un crucifijo de madera meticulosamente enlazado entre sus manos, al otro lado de la pileta.

Renee no podía creer lo que veía, su corazón se aceleró al punto de que podía escuchar sus propios latidos con fuerza, un escalofrío recorrió su cuerpo, se puso pálida.

— N-no, sabía qué estaba prohibido.— respondió Renee, apenada. Lo siento.— agrego atónita.

— Los muros son frágiles y los pilares también, es peligroso estar por aquí, señorita.— respondió aquel personaje, mientras se retiraba la capucha de la cabeza.

Renee se sorprendió al notar que aquel personaje era solo un chico de más o menos su edad. Con piel pálida, sí, pero también con una mirada tan profunda como cautivadora, y eso no daba miedo, por lo contrario, sus finas facciones combinadas con aquella interesante mirada llamaron su atención. El joven también se impresionó al verla.

— ¡Qué ojos!.- pensó en voz alta. – ¿E-eres el fantasma del templo?.— corrió nerviosa tras recuperarse del susto. El monje no se inmutó ante la pregunta, se limitó a observarla prestando especial atención al anillo que reposaba en la mano de la chica. Me dijeron que tú puedes conceder todo tipo de deseos, ¿Es verdad?.— pregunto.

—¿Dónde consiguió ese anillo?.— pregunto el joven monje acercándose a ella, ignorando por completo su pregunta.

—Era de mi bisabuela. – respondió la chica. Hey Sr. ¡es de mala educación responder una pregunta con otra pregunta!.— agrego con una sonrisa nerviosa. El monje sonrió sutilmente, vislumbrándola de pies a cabeza.

— Ese anillo que descansa en sus manos, no te pertenece, señorita…-

— ¿Este anillo?, no señor, recientemente escuché tu historia y te aseguro que en ninguna parte se hace mención sobre un anillo, además, este mi bisabuela se encontró en…-

–… En el templo, ¿Cierto?.- interrumpió el chico. Al escucharlo, la chica entendió él porque de su interés.

– Soy el monje guardián de este templo y puedo concederle el deseo que quiera siempre y cuando no interfiera con el ciclo natural de la vida, pero a cambio quiero el anillo.— dijo el monje convencido y con cierto grado de pena en su rostro.

– Eres un fantasma, ¿para qué quieres un anillo? ¿Qué tiene de especial?.- se preguntó la chica en voz alta.

– Ese anillo para mi amada Nyssa, quería dárselo en nuestra segunda cita, pero ella jamás volvió.- agrego el monje con un aire lleno de tristeza. – Si ha escuchado mi historia, ¡y estoy seguro de que si!, entonces sabéis qué estamos condenados.- dijo el monje.

– ¿Estamos?.- pregunto la chica con incredulidad.

– Al corresponder mi amor ella también fue castigada y condenada a reencarnar para vivir el mismo destino una y otra vez, hasta que…- el monje se detuvo para tomar aliento. Hasta el reencuentro.- agrego mirando a Renee a los ojos. Ella pudo sentir la pena en su mirada, empatizo con él.

Renee escucho atenta, se sentía un tanto extraña; extrañamente sentía más pena por el que miedo y tenía el extraño impulso de querer seguir escuchando.

– Mi abuela acaba de dármelo, lo siento mucho, pero no puedo dártelo.- dijo la chica mirando su anillo. El monje la miro con cierta ternura.

– ¿Cuál es tu deseo, Renee?.- pregunto el monje finalmente.

– Quiero desaparezcas a todos los que me han lastimado.- dijo la chica, convencida. Al escucharla, el monje no pudo evitar sonreír ante tan peculiar petición.

– ¿Qué los desaparezca? Señorita, soy fantasma no mago.- respondió el monje en tono sarcástico.

– ¿Puedes o no cumplir mi deseo?.— pregunto Renee, en tono desafiante. El monje volvió a sonreír.

— No le entiendo, señorita, esperaba que pidiera ¡un perrito, o algo similar! No que desaparezca personas, eso no puedo hacerlo.— sugirió el monje sarcásticamente.

— ¿Es en serio?, ¿Qué clase de fantasma eres?.— pregunto Renee, irritada.

— El único en mi especie, niña.— replico el monje con gracia.

— Da igual, ¿vas a cumplir mi deseo o no?.— pregunto Renee con determinación.

— Todo deseo viene con un alto precio a pagar, y no vale la pena, Renee.- agrego el monje.

– Solo quiero que me des la oportunidad de vivir en un mundo donde no tenga que estar cuidándome y vivir angustiada todos los días de mi vida, llena de migraña y estrés. Quiero poder salir a la calle sin angustiarme, tener amigos, salir con alguien, enamorarme, hacer esas cosas que la gente hace normalmente, como sea, yo valorare sí lo vale o no. – replico la chica, a punto del llanto. El monje lo pensó por unos momentos.

– ¿Cuál es tu mayor cualidad?.— pregunto el monje, con tono pasivo pero firme. Ella lo pensó un poco.

— Estoy orgullosa de mis capacidades intelectuales; tengo buena memoria, aprendo fácil, soy productiva, diría que eso, en general.— respondió la chica.

— ¡Cuánta humildad!.— replico el monje.

La chica lo miro fijamente, no estaba dispuesta a perder la oportunidad de reclamar su deseo. Estando frente a frente, el joven monje la miro con atención. Estaba allí, frente de él, llena de vida y con una tenue flama azul que iluminaba su corazón, al mirar la llama de su corazón, el monje suspiro con un aire de melancolía.

— Si yo cumplo tu deseo, tú tendrás que darme tu anillo, ¿estás dispuesta?.— pregunto el monje. Renee se quedó callada unos segundos, reflexionando.

— Quiero ser libre, ¡libérame de ellos!.— agrego al punto del llanto, retirándose en anillo de la mano.

El monje se sorprendió con esta última revelación, sintió pena por ella cuando esta le extendió el anillo con su mano.

— Lo siento niña, eso no depende de mí. No puedo darte lo pides, es mejor que te marches.— dijo el monje finalmente, rechazando el anillo y alejándose de la pileta de agua.

— ¿Cómo que no?,  ¿por qué?.— pregunto confundida, siguiéndolo al interior del templo.

El monje caminó nuevamente hasta la pileta, la veladora aun estaba encendida y su luz era tenue, pero iluminaba muy bien el lugar. Renee se quedó al otro lado de la pileta.

Ambos, se quedaron en silencio por uno momento.

— ¿Qué de malo tiene querer sentirse aceptada?.— insistió ella.

— Eres hermosa, Renee y te aseguró que eres más amada de lo que imaginas. He visto tu llama interna, y creo que sería injusto despojarte de algo material por un deseo tan inoportuno no puedo, lo siento.— dijo el monje sin dejar de mirar la flama.

Al escucharlo, la chica se irritó tanto que sintió un fuerte dolor en el corazón, esta vez acompañando de una insoportable presión en la cabeza.

— ¡Qué pesado eres, porque no mejor aceptas que eres un fraude!.— exclamó Renee enojada.

– No te engañes, Renee, tú sabes lo que realmente quieres, y no es ser precisamente desaparecer a alguien.- aseguro el monje.

Renee estaba conmovida, no quería aceptarlo, pero llevaba días pensando en un sueño recurrente dónde ella conoce a alguien que llegaba a “salvarla”. No sabía por qué, pero una sensación de vértigo y fatiga se apoderaba de ella cada que pensaba en aquel sueño.

— Y si fuera yo quien te pudiera concederte un deseo, ¿cuál seria?.— pregunto ella.

— Volver a ella.— respondió él. A Renee, se le llenaron los ojos de lágrimas.

— ¡Por favor!.— insistió ella haciendo un esfuerzo por no llorar.

— ¿Estás segura de que quieres hacerlo?.— pregunto él. Ella asintió. Pide el deseo y apaga la vela.— agrego.

Renee soplo la veladora, al instante, se sintió mareada y perdió el conocimiento.

Capítulo 3: Era el #43 de la fila.

Renee despertó en su cama con una sensación de plenitud y descanso total, lo último que recordaba era haber estado platicando con su abuela bajo la sobra del árbol de su casa, sin embargo, no recordaba exactamente sobre lo que habían hablado.

Aquella mañana la chica estaba de muy buen humor, se miró al espejo y por primera vez disfruto de admirarse frente al espejo. Se puso un vestido floreado que acompañó con unas sandalias coloridas y adorno su cabello suelto con un par de adornos en forma de mariposa.

Preparo el desayuno junto a su madre, ayudo a su abuela a limpiar la mesa e incluso se ofreció a ir con ella y su madre a vender ese día comida en la plazuela del pueblo. Tanto la mamá como la abuela, estaban sorprendidas con su cambio de actitud, pero no comentaron nada.

Al llegar al lugar, ya había varias personas esperando por la comida de la abuela, mientras su madre acomodaban la comida, la abuela le pidió a Renee que le ayudara a repartir unos boletos entre los comensales que esperaban pacientes por su comida.

La chica se puso manos a la obra e inmediatamente se puso a repartir unos pequeños trozos de papel enumerado. Entre todos los presentes, había un chico que llamo su atención, pues no dejaba de mirarla desde que llego al lugar, era el número 43 en la fila y lo sabía porque ella misma había repartido los boletos.

A Renee le pareció tierna la manera en el chico la que evadía su mirada cada que ella lo descubría, observándola. Después de ayudar a su abuela y su madre, ella caminó hacia donde el chico con un plato de comida, al llegar, lo coloco delicadamente sobre la mesa y se presentó.

— Hola, me llamo Renee, ¿me puedo sentar contigo?.— pregunto mirándole a los ojos. El chico asintió con la cabeza.

— Adelante.— respondió el joven, levantándose de la mesa para ofrecerle un asiento. Hola, soy Arman.— agrego el chico con una sonrisa nerviosa. Aquella voz se le hizo familiar y sintió un dolor en el corazón al estrechar su mano, otra vez, pero no hizo caso.

— Vi como me mirabas.- dijo la chica, sonrojada. ¿nos conocemos de algún lado?.— pregunto. El chico se sonrojó al sentirse descubierto.

— Soy tan obvio.— dijo el joven rascándose la cabeza. Es que, me preguntaba si algún día, una chica como tú, se interesaría en salir con alguien tan común como yo.— agrego el joven con nerviosismo en sus palabras. Renee se sintió halagada.

— Pues, la única manera de averiguarlo seria preguntando, ¿no crees?.— replicó ella, mirándolo dulcemente a los ojos. El chico sonrió nervioso. Qué bonitos ojos.— pensó ella mientras lo miraba sonreír.

— Tienes razón.— reflexiono el chico. ¿Tienes planes para esta tarde?.— pregunto. Ella negó con la cabeza.

Después de terminar con todas las labores encomendadas, Renee pidió permiso a su madre y abuela para salir con su nuevo amigo. La mamá la vio tan contenta a su hija que no pudo negarse, estaba feliz al ver que su hija había hecho un amigo nuevo y lo único que le pidió fue regresar antes del anochecer.

Antes de irse con Arman, Renee fue a despedirse de su madre y abuela. Al despedirse de esta última, la abuela noto que su nieta no tenía el anillo que ella le había dado.

– ¿Dónde dejaste el anillo, Renee?.- pregunto la abuela.

– Lo guardé.- respondió ella con seguridad.

– No hija, póntelo. Ese anillo es para que lo luzcas.- replicó la abuela.

– Tienes razón abuela.- respondió la chica.

Renee se había olvidado por completo del anillo de la abuela y de no ser por ella, la chica no hubiera recordado que se lo había dado. Imagino que se le había caído mientras dormía y pensó en ir a buscarlo después de salir con su nuevo amigo.

La chica pasó gran parte del día recorriendo las calles del Pueblo junto a Arman, el chico se encargó de mostrarle todo el lugar. Mientras caminaban, conversaron de mil y un cosas. Era la primera vez que salía con un alguien y Renee estaba tan cómoda con él, sentía que podía decirle cualquier cosa.

Caminaron y caminaron hasta llegar a las ruinas del templo, al entrar Arman la llevo hasta una parte donde se podía apreciar la puesta de sol en todo su esplendor. Los chicos decidieron pasar el resto de la tarde conversando sentados en ruinas a las afueras del templo.

— Este es mi lugar favorito, no me pierdo ninguna puesta de sol.— confeso él.

Era la puesta de sol más bonita que Renee había visto en su vida. Mientras contemplaban aquel atardecer, la chica entendió que la dicha de felicidad se encuentra en las cosas más simples de la vida: una buena charla, una acción honesta, un buen tiempo compartido.

Renee sintió una inmensa dicha por sus padres y el amor incondicional de ellos hacia ella. Pensó en su abuela, y se sintió agradecida por todos los consejos y apoyo, también sintió agradecida con Arman por mostrarle que ante los ojos correctos todos somos arte.

La chica se quedó en silencio haciendo reflexionando sobre aquel día, recordando su encuentro con Arman en el pueblo, mientras él le enseñaba el pueblo, ambos riendo y haciendo travesuras, gozando y viviendo como cualquier adolescente. Pero, de repente sus pensamientos fueron interrumpidos por un fuerte dolor en el pecho.

Aquel dolor que le había acompañado durante parte de su vida, ese día se sentía más constante e intenso, lo que hacía que ella a cada rato se tocara el pecho. El chico la observo pasivo y de manera inesperada la invito a bailar. Renee acepto.

Ambos bailaron al sonido del canto de los pájaros y el viento entre los árboles mientras el atardecer descendía lentamente sobre ellos. Al finalizar la pieza, Renee y Arman se pusieron de pie, uno frente al otro. Él la miro con ternura y acaricio su cabello. Ella se sentía en paz, se sintió tan ligera, que parecía que en cualquier momento iba a volar.

– Eres arte.- dijo la chica, sin dejar de mirarlo a los ojos.

— Arte.— agrego él acariciando suavemente la mejilla de Renee y acto seguido, ambos sellaron el momento con un tierno beso.

La emoción de Renee fue tan arrasadura que sentía que su corazón iba a estallar, de repente la chica sintió otro dolor en el pecho; la chica encogió los hombros y soltó su cuerpo dejándose caer en los brazos de Arman.

Él la llevo cargando hasta el centro del templo, la acomodo sutilmente y espero paciente su despertar. Con la ayuda de la tenue luz de una vela, al abrir los ojos la chica reconoció al monje sentado a lado de ella con una sutil sonrisa se dibujó en su rostro.

— ¿Estáis bien?.— pregunto él extendiéndole la mano. Ella afirmó con la cabeza, y se levantó delicadamente. Gracias por venir, Renee.— agrego él, mirándola a los ojos.

En ese momento los recuerdos llegaron de golpe y lo recordó todo; desde la trágica muerte que la separo dé su amado tiempo atrás, hasta su último deseo. Cuál película de cine, la chica vio pasar cada una de sus vidas frente a ella en un instante; una a una, cada vez acercándose más hasta llegar a una familia, cercana al pueblo de San Cosme.

— Como no lo vi antes, yo era Nyssa.— agrego Renee, acariciado su mejilla con una mano y el cabello con otra, mientras lo miraba con asombro. Arman se quedó perplejo, había esperado tanto por aquel momento que ni siquiera le parecía real.

— Amor mío, eres tú, finalmente, eres tú.— dijo el monje entre lágrimas al abrazarla y darle un tierno beso en la frente.

Al sentirla entre sus brazos, el monje comprendio que todo había terminado. Después de siglos, ella había vuelto a liberarlo y él no podía sentirse más dichoso y agradecido por ello.

Una vez más, Renee sintió la plenitud entre sus brazos y volvió a sentirse perdidamente enamorada, pues su amor hacia él había permanecido intacto. En ese momento, la eternidad parecía nada ante aquel instante y su larga espera había valido la pena.

— He caminado por muchas mis vidas y finalmente nos hemos encontrado.— agrego ella mirándolo con ternura, sosteniéndole de la mano.

— La eterna espera al fin termino, pero antes hay algo que he querido hacer todo este tiempo.- exclamo él mostrándole un precioso anillo que descansaba en la palma de su mano.

– ¡Ya vez, siempre fue mío!.— respondió ella sarcástica. Él sonrió.

Al ver el anillo, la chica se acordó de sus padres y la abuela.

– Me gustaría despedirme de mis padres.- agrego ella  pensando en ellos tristemente. El joven acepto.

Después de colocarle el anillo y jurarle nuevamente amor eterno, el monje y su amada caminaron por el pasillo del templo hasta perderse en la oscuridad de la noche.

Capítulo 4: Infonoticias.

VALLE DEL PROGRESO NOTICIAS

Se habían mudado recientemente con la esperanza de que su salud mejorara, lamentablemente se encontraron con la maldición del monje.

POR LOU VEGA

29 DE ENERO 2022

Esta mañana campesinos del municipio entre San Cosme denunciaron a las autoridades el hallazgo de un cuerpo sin vida de una joven sosteniendo un crucifijo entre sus manos, en las viejas ruinas del  antiguo templo.

Se sabe que la joven había estado caminando por las calles de San Cosme el día anterior, varios testigos afirman haberla visto caminado con otro chico y de quien hasta el momento se desconoce su identidad o paradero.

Los padres de la joven están desconsolados, pues aseguran haber visto llegar a su hija a casa después de caer el anochecer e incluso hasta cenaron con ella. Sin embargo, los reportes forenses indican que la joven falleció de un paro cardiaco, al rededor de las siete y media de la noche, justo al ocaso.

Debido a las condiciones en las que fue hallado el cuerpo, los lugareños afirman que la joven fue una víctima más del fantasma del monje condenado que ronda en el templo, y que aseguran, se cobra la vida de las personas a las que concede deseos.

Sin embargo, los padres de la víctima confirmaron que la hoy fallecida parecía de una enfermedad terminal que culminó con un paro cardiaco que le arrebataría la vida. Además, ellos nos comentaron en exclusiva haberse mudado al pueblo con la esperanza de que la salud de su hija mejorara, pero esto no fue así.

La muerte de Renee impacto a toda la comunidad. Aquel suceso fue noticia en el pueblo por varios meses, y hasta hoy día se sigue hablando de aquella tragedia.

Fin.