Crónicas De Una Mesera: La Lady Tacos

Si trabajas en ya sea restaurante, un call center o algún trabajo donde tengas que interactuar con el cliente, estoy segura por lo menos una vez, te has encontrado con gente nefasta y grosera. Y es que, acá entre nos, la atención al cliente, ya sea enfocado hacia ventas o prestación de servicios, es un arte.

Actualmente, yo me desempeño como “Sales Associate” en una compañía grande de accesorios para motociclistas y también trabajo como mesera un par de veces por semana. En ambos giros, ya sea ventas o como mesera, el trabajo demanda tiempo, tolerancia a la frustración, y también una gran paciencia, pero lamentablemente la paciencia es una virtud que YO NO POSEO.

Esta anécdota comienza conmigo trabajando mi turno como mesera en un restaurante Mexicano ubicado en unas de las avenidas principales de un pequeño pueblo en los suburbios de la ciudad de Nueva York. Aquel día, habíamos estado un poco lentos, había nevado recientemente y en aquella ocasión no había muchos clientes a atender.

Recuerdo que yo me encontraba en la barra, haciendo un par de publicaciones para las redes sociales del mismo lugar. Aquel día había estado tan “lento” que rededor de las ocho de la noche y sin mucho que hacer, mi jefe se retiró del lugar y solo nos quedamos el cocinero, su ayudante y yo para cerrar.

Como a las ocho y media de la noche, llego una señora hispanohablante vestida con ropas formales, y tacones (los recuerdo muy bien porque resonaban bastante en el piso), esta señora, a la que nos dirigiremos con pseudónimo de «Lady». My lady, resulto ser un «dolor cito» en los huevos (como dijeran mis chicos), llego con una actitud tremenda, se sentó literalmente en todas las mesas antes de elegir una (que casualmente fue la primera mesa que había elegido).

Después de seguir la mesa tras mesa con el menú en mano, finalmente le ofrecí la carta y también le comenté sobre los especiales que teníamos aquel día. Al ver que le extendí el menú, My lady, mi miro de arriba abajo y con un tono completamente altanero citó: “no necesito tu sucio menú, ya sé lo que quiero. Traime (si, “traime”) unos tacos de carne asada bien cocinada, pero rápido porque tengo hambre”.—

Sinceramente su comentario sobre el menú me pareció un poco fuera de lugar, pero pensé que dentro de todo ella tenía razón, debido al COVID-19, en el año 2021 y pues me limite a seguir sus instrucciones. Nosotros tenemos un aparato al que llamamos “Flex” (que es básicamente una extensión de la computadora para tomar las órdenes) con el que tomamos las órdenes directamente en las mesas. Regularmente, antes de lanzar la orden a la cocina nosotros corroboramos la orden con los clientes, para evitar errores.

Esa fue la rutina, antes de mandar la orden a la cocina, corrobore con My lady e incluso le ofrecí algo de tomar, pero ella dijo que bebería algo después. Después de meter la orden, le lleve una botana hasta su mesa y le comente que si se le ofrecía algo más, ¿alguna bebida, o algo?.— pregunte, pero My lady ni siquiera me respondió. Cinco segundos después, literal (para este punto yo ya estaba de regreso en mi lugar) me grito desde la mesa: “¿qué no me vas a traer nada de tomar?”.— Al escucharla, me doy la vuelta y regreso con ella.

  • ¿Le ofrezco algo de tomar?.— pregunté con una sonrisa, todavía.
  • ¿Qué cerveza tienes?.— pregunto ella.

Le dije mi menú de bebidas y ella terminó pidiéndome un par de cervezas que la verdad ni recuerdo y que obviamente no las tenía, le repetí la gama de cerveza que podía ofrecerle a esto ella respondió superdéspota:

  • “Traime” una corona.— dijo My lady, finalmente.
  • Muy bien, ¿Corona clara u oscura?.— repliqué.
  • Para qué me preguntas si de todas maneras me vas a dar lo que quieras.— me respondió, la muy altanera.

Ante este comentario, solo me di la vuelta y fui por dos cervezas (una clara y una oscura), My lady estaba muy especial y nuevamente, la paciencia es una virtud que no poseo, pero tampoco sucumbo tan fácil ante la mala vibra de gente palurda. Lleve las dos cervezas y ella eligió la clara. Me pidió un vaso, se lo llevé. Pidió limón, se lo llevé. Pidió más sal, se la acerqué. En fin, me hizo dar como cinco vueltas, pero no importo.

Al final, pidio que le llevará un tarro escarchado (vaso con sal y limón, básicamente) y me regreso; el limón, la sal y el otro vaso (que uso para probar la cerveza). La verdad, su energía se sentía medio tóxica, y se notaba sus ganas de hacerme trabajar (lo cual no es problema, porque para eso me pagan), pero nuevamente, estoy blindada contra las malas vibras. No preste atención, me limite a hacer lo que My lady decía.

Por último, llegaron los tacos. Le llevé el plato con todo y cubiertos, salsa y limón, ella los vio, me pidió más limón (si, después de regresarlo, lo volvió a pedir) y más salsa verde. Entretanto, ella empezó a echar limón en todos los tacos y les vertió que previamente le había llevado. Cuando regrese a su lugar con el limón y la salsa extra, My lady se metió el taco a la boca y acto seguido me lo escupió de frente.

Te pedí los tacos que tienen piña (tacos al pastor), esto es bistec.— me dijo eufórica. Yo no puedo comer bistec, además, tienen cebolla, ¡Wakala, que asco!, llévate esto por favor, ¡Qué asco!.— dijo My lady completamente exaltada, tosiendo exageradamente y escupiendo el plato una y otra vez antes de finalmente regresarlo. Ante la actitud sobreactuada, me quede sorprendida, mi cerebro no entendía ese tipo de actitud tan altanera, ridícula y sobre exagerada. Me irrito que escupiera en los tacos, y aún más que escupiera hacia la cara cuando le estaba poniendo sus salsas en la mesa.

  • Usted los pidió tacos de asada, señora, ¿recuerda que le confirme la orden antes de usted me pidiera la bebida?.— argumente ante el incidente, porque en efecto, ella había pedido esos tacos.
  • Yo no te pedí esto, es más, no puedo comer bistec. Yo te dije que quería los tacos que llevan piña, sin piña ni cebolla.— replico, My lady.
  • No señora, usted no me dijo eso, usted me pidió estos tacos.— respondí señalando los tacos escupidos.
  • Aquí yo soy el cliente y tú la “emplea dita” ¿Me estás diciendo que es mi culpa?, ¿Dónde está el dueño? ¡Quiero hablar con el dueño!.— replico una alterada lady. Para este punto a mí ya me había hartado.
  • Mi jefe no se encuentra, pero si quiere puede dejar sus quejas y sugerencias por escrito, ¿le traigo el formato?.— pregunte. Y la verdad no existe tan formato, pero fue lo que se me ocurrió en el momento.
  • Quiero que me traigas los tacos que te pedí, eso quiero.— insistió la infame. Llévate esta porquería de aquí que solo de verlo quiero vomitar (hizo ademanes como si realmente estuviera vomitando, nefasta, nefasta la lady). Yo, todavía con una sonrisa en la cara (aunque por dentro estaba que me llevaba la que me trajo) le retire los tacos y metí una nueva orden. Minutos después le llevo los tacos como ella los pidió.
  • Ves que no era tan difícil hacer las cosas bien, ¡qué gente!.— dijo ella con un tono pasivo agresivo. No respondí. Me limite a llevarle la comida y preguntar su necesitaba algo más.

Gracias a Dios, My lady se comió todos sus taquitos, todos y mientras como, no volvió a pedirme nada. Yo estuve en mi estación de trabajo hasta que ella me llamo nuevamente para pedir la cuenta.

  • ¿Qué tiempo llevas trabajando aquí?.— pregunto ella cuando me acerque a entregarle la carpeta con su cuenta.
  • Poco más de dos años y medio.— respondí. Al escucharme, ella me miro de arriba a abajo e hizo muecas.
  • Pues pareces nueva.— respondió, My lady.
  • Pero no lo soy.— repliqué con una sonrisa mientras limpiaba su mesa.
  • ¿Por qué contratan gente tan inútil? ¿Nada más porque se ven bien?.— dijo la mujer con un tono distintivo. Obviamente, si me tome un poco personal estos últimos comentarios.
  • ¿Disculpe?.— replique al instante, esta vez con un tono serio y mirándola directamente a la cara, pero ella no pudo ni mantenerme la mirada a los ojos.

My lady se quedó callada, se limitó a regresarme la carpeta con el dinero. Su cuenta fue de $14.96 USD, me dio $15.00 y le regresé 4 centavos de cambio. Cuando le regrese su cambio me dijo con tono sarcástico:

  • Ay Nini, ¿por qué tan seria, estás enojada?.— pregunto ella. Al escucharla me reí.
  • Mi mamá siempre me dice que no hay que perder la cabeza, y que con ignorantes no sé conversa. Muchas gracias por su visita. Buenas noches.— explayé con una gran sonrisa, al tiempo que le regresaba la carta con su cambio. La de su rostro se esfumó, se puso roja y me miro con unos ojos, que si fuesen cuchillos me los clava.

Creo que My lady capto el mensaje, después de regresarle la carpeta, ella se levantó de la su silla toda apresurada. Tomo su abrigo. Agarro la carpeta del cambio y la llevo hasta la barra. No olvides tu propina.— manifestó sonriendo y salió del lugar con todo y ruidosos zapatos. Lo crean o no, My lady me dejo un centavote de propina y yo no pude sentirme más tranquila después de que ella se marchara.

La verdad es que sí me dio un “hard time” pero no lo tome personal, entiendo que es parte del negocio. Uno no es moneda de oro para caerle bien a todo el mundo. Lo único que si me dejo pensando fue su actitud. ¿Por qué My lady sintió la necesidad de hacer tanto drama? Y explayar, a mí parecer tanta mala vibra.

Todo por unos tacos que pidió mal, no es mi culpa que no sepa distinguir entre carne asada y carne al pastor. Una de mis compañeras dice que me pase de buena persona, pero yo creo que solo hice mi trabajo.

¿Lo que aprendí de esta experiencia?

Nuevamente, tengo una personalidad a prueba de gañanes y la verdad que siempre trato de no tomarme personal las cosas. Entiendo que cada cabeza es un mundo y lo respeto.

En mi caso, el aprendizaje de esta experiencia sería, seguir mostrando empatía, incluso con las personas que a veces parece que no lo merecen, como esta lady, pues a la larga, sabrá Dios por lo que esté pasando.

Y tú, ¿has pasado por algún paso similar?, déjame saber en los comentarios.